La Isabela, I
Atardecer sobre una de las lomas que parten de la Cordillera
Septentrional
Villa Isabela ha sido motivo de dos artículos
interesantes, publicados en el periódico dominicano Hoy. El
primero, un reportaje de Anselmo Silverio (“Casi desaparecen primeras
edificaciones colombinas”, 3 de julio), nos informa sobre el abandono
que están las “edificaciones” y “estructuras” históricas en la primera
villa fundada por Colón en el América, en 1494 —y casi totalmente
destruida por el alcalde Francisco Jiménez Roldán dos años después. El
segundo, un artículo de José G. Guerrero (“La Isabela, ¿patrimonio
mundial?”, 7 de julio), tiene un tono y un rigor académicos, nos orienta
sobre la historia del lugar, menciona los esfuerzos de algunos para que
la UNESCO lo declare patrimonio mundial e incluso aclara algunas
imprecisiones en el reportaje de Silverio.
A pesar de los “ingentes esfuerzos” de las Secretarías de Estado de
Cultura, Turismo y Medio Ambiente, La Isabela no era una de las 37
propuestas estudiadas en la reunión de la UNESCO que se celebró estos
días en Vilna (Lituania). De esas propuestas, sólo se aceptaron 18, y el
único lugar seleccionado de América Latina fue la ciudad minera Sewell,
en Chile. Esperemos que esos “ingentes esfuerzos” permitan que en la
próxima reunión, que tendrá lugar en Nueva Zelanda, en junio de 2007,
aparezca La Isabela entre las propuestas. También esperemos que la
aprueben, y una vez sucede esto, que también la UNESCO determine que La
Isabela reúne las condiciones para obtener fondos de la fundación “para
la conservación”. Esos fondos, uno se imagina, es el objetivo principal
de estas tres grandiosas Secretearías.
En Wizard of Oz, cuando Dorothy le pregunta a Glinda –la bruja
buena del norte—, en la tierra de los Munchkins, cómo partir hacia
Emerald City, ésta le hace una acertada observación: es siempre mejor
comenzar al principio. Quizás a las Secretarías de Estado de Cultura,
Turismo y Medio Ambiente, así como al gobierno central y al ayuntamiento
de La Isabela, le haría bien comenzar al principio.
La Isabela ¿patrimonio mundial?
POR JOSÉ G. GUERRERO
La Isabela, en la costa norte de la República
Dominicana, fue la primera villa fundada por Colón en el Nuevo Mundo. A
finales del 1493 o inicios de 1494, Colón desembarcó con la población,
ordenanzas y aperos necesarios para iniciar el poblamiento, conquista y
colonización de América. La villa tiene primicias únicas a nivel
mundial: aparte de su propia fundación, los primeros establecimientos de
piedra y de madera, la primera misa, los primeros animales domésticos,
el primer ayuntamiento, las primeras mujeres sin permiso oficial, la
primera incursión interna, los primeros conflictos entre españoles y el
primer intercambio alimentario indo-hispánico. Desde 1496 empezó a
despoblarse por la movilización de los pobladores hacia poblados
indígenas, fuertes interiores y, especialmente, la ciudad de Santo
Domingo, levantada en la margen oriental del río Ozama.
La historia de La Isabela se ha reconstruido por dos fuentes: la
Historia o Crónicas y la Arqueología. En la primera están Colón, Chanca,
Cúneo, Scilacio, Las Casas, Oviedo y otros. En la segunda, dos
excavaciones básicas: Museo del Hombre Dominicano —Guerrero, Luna y
Ortega— en 1983-86 y la Universidad de La Florida -Deagan y Cruxent- en
1994-1998. Actualmente, existe un convenio entre el Museo del Hombre
Dominicano y la Universidad de Indiana para excavaciones en los sitios
prehispánicos.
Quien escribe ha realizado numerosas publicaciones en boletines
nacionales e internacionales sobre La Isabela e inclusive la presentó en
Martinica en la conferencia internacional de la UNESCO sobre
Identificación de sitios arqueológicos del Caribe para una nominación al
patrimonio mundial (20-23 de septiembre 2004). Dicha propuesta fue
llevada —junto a otras dos de Gabriel Atiles y Glenys Tavárez sobre las
villas colombinas y ovandinas y los principales yacimientos
arqueológicos precolombinos— a la Conferencia Mundial de Patrimonio
celebrada por la UNESCO en Sudáfrica en el 2005.
Me consta de que las actuales autoridades de las Secretarías de Estado
de Cultura, Turísmo y Medio Ambiente realizan ingentes esfuerzos para la
presentación protocolar del sitio ante la UNESCO a fin de que se
oficialice lo que el país y mundo entero reclama: declarar patrimonio
mundial a La Isabela. Será ésta una oportunidad sin precedente para
elaborar y ejecutar un plan de revalorización que incluya componentes
históricos, antropológicos, arqueológicos, turísticos, ecológicos,
gestión cultural y comunitaria y desarrollo municipal.
Recientemente (3-7-2006, p.12), el periódico Hoy publicó un
reportaje sobre La Isabela de Anselmo Silverio titulado “Casi
desaparecen primeras edificaciones colombinas”. A pesar de que la
intención es loable —llamar la atención ante el contraste de la
importancia del sitio y su estado de abandono—, el reportaje amerita
algunas precisiones.
Dice que todas las edificaciones están destruidas. En verdad están en
tal condición desde época no reciente. Entre los eventos destructivos
sólo se menciona el de la época de Trujillo hacia el 1944 y supone que
los trabajos arqueológicos debían reconstruir la villa tal como fue. En
verdad, la villa está en ruinas desde 1496 cuando su alcalde Francisco
Jiménez Roldán se levantó y pegó fuego a las mismas y, posteriormente,
sus piedras de sillería se usaron como lastre de barcos y material de
construcción de otras villas, una de las cuales llevó el padre Las Casas
al convento San Pedro Mártir de Puerto Plata. Durante la última
intervención, se consolidaron muros visibles a la altura y condición
actuales, aunque dicho sea de paso, se completaron algunas estructuras
al margen de las cartas de Venecia y de Atenas sobre conservación y
restauración de monumentos. Es polémico todo trabajo que pretende
reconstruir una edificación histórica tal como fue originalmente, sobre
todo si no cuenta con evidencias arquitectónicas.
Sobre “el escabroso cementerio indígena con tumbas sobre la tierra” y la
pérdida de “la ubicación de los muertos y parte de sus valores
históricos”. En el cementerio de la villa, reportado por quien escribe
junto a Luna Calderón, se localizaron osamentas de españoles, mujeres
blancas sin permiso oficial y aborígenes. Algunos restos fueron
trasladados al Museo del Hombre Dominicano y otros permanecen en la
villa para fines de nuevas investigaciones. Las cruces nada tienen que
ver con el sitio original —fueron colocadas hacia 1994— por lo que deben
ser eliminadas porque confunden a visitantes y turistas. En cuanto a
“las tejas esparcidas al lado del cementerio” no tienen por qué estar
ahí y sobre “la desaparición de piezas indígenas y mitológicas” habría
que realizar un diagnóstico al respecto y establecer responsabilidades,
aunque los restos excavados están depositados en un almacén contiguo al
Museo.
El esqueleto que yace in situ al cual hace alusión el reportaje —no
muerto ni cadáver— es de un español de la época que murió, no por
malaria sino posiblemente por una fiebre suína trasmitida por los cerdos
como han planteado diversos investigadores nacionales y extranjeros. Un
tercio de la población enfermó y murió antes de los tres meses del
emplazamiento. Entre los factores de este cuadro mortífero se mencionan,
aparte de enfermedades por virus o bacterias, la falta de alimentación y
las condiciones de trabajo -levantamiento de edificaciones, traslado de
aperos y la construcción de huertas, molinos, calles, caminos y defensa
o albarrada. Hay que agregar la violencia o conflicto social, pues un
esqueleto encontrado de cúbito vental con huesos de la mano en el dorso
los asociamos a Gaspar Ferriz, un aragonés ahorcado por Colón en 1494.
Luna Calderón pensó que los esqueletos podrían haber sido depositados
por indígenas al tener asociados caracoles, pero no se sabe si eran
ofrendas o restos del montículo donde fueron enterrados que era un
antiguo yacimiento arqueológico.
Que se sepa, Colón no construyó ninguna cárcel en La Isabela, aunque
pudo utilizar alguna edificación para tal fin. Sólo se describen: casa,
iglesia, fuerte, alhóndiga y hospital, así como 300 bohíos de madera y
paja para la población española. La Isabela fue levantada durante el
Segundo Viaje, no en el cuarto como afirma el reportaje, ya que en éste
a Colón se le prohibió oficialmente visitar la Isla. Tampoco llamó Colón
a La Isabela “tierra maldita”. Todo lo contrario, afirmó que era el
mejor de los asientos, a pesar de las críticas de sus enemigos, por lo
menos es el más cercano al oro del Cibao, del cual está “derecho al
mediodía” como dijo Mártir de Anglería.
Caonabo no atacó el fuerte de La Navidad por la muerte de su esposa
Anacaona. Lo hizo porque los españoles abusaron de las indias y porque,
al parecer, era de otra etnia diferente a la del cacique taíno
Guacanagarix que estableció alianza con los españoles. Los Cronistas
afirmaron que Caonabo era extranjero -lacayo o caribe- y es posible que
fuera de la etnia macoríx o ciguaya emparentada con los caribes.
Anacaona, hermana del cacique de Xaragua, Bohechío, murió ahorcada por
Ovando hacia 1504 ó 1505.
La sífilis y otras venéreas existían en Europa, las cuales junto al “mal
de bubas” y la sífilis precolombinas produjo una epidemia en Europa al
regreso de Colón llamada “mal español, mal francés o mal italiano” que
fue combatida sólo en el siglo XX. Pero realmente no se tiene prueba
arqueológica de que “casi todos” los españoles que vinieron con Colón
tenían sífilis y venéreas.
Finalmente, es posible que “los turistas han perdido el interés de
conocer este antiguo poblado”, pero no tanto por su abandono —en
realidad lo único que se puede ver en La Isabela son las ruinas, el
Museo, la comunidad y el medio ambiente circundante—, sino por falta de
un programa que promocione el lugar —con determinados apoyos y
servicios— para turistas, escolares y público dominicano en general. Es
cierto que el puente entre Villa Isabela y El Castillo, donde está el
yacimiento, ha afectado su puesta en valor.
Cambiar la situación de La Isabela y lograr su declaración como
patrimonio mundial implica voluntad política y coordinación
interinstitucional. Res, non verba.
Casi desaparecen primeras edificaciones colombinas
POR ANSELMO SILVERIO
La
Isabela, Puerto Plata.—Todas las edificaciones y estructuras
históricas levantadas hace más de 500 años en el “Solar de Las Américas
del Castillo”, en la costa de este poblado, están destruidas. En medio
de su estado de desolación cayeron demolidas con el tiempo, mientras el
golpeo sistemático de las olas marinas amenazan con desaparecer partes
de los vestigios que todavía quedan como prueba de lo que fue la
“Primera Ciudad del Nuevo Mundo” fundada por el almirante Cristóbal
Colón.
En este territorio histórico, donde incluso vivió el almirante Colón,
apenas quedan las bases de la antigua casa del descubridor de América,
así como las de la primera iglesia católica y el escabroso cementerio
indígena con tumbas sobre la tierra donde, además se ha perdido la
ubicación de los muertos y parte de sus valores históricos.
No obstante, todavía se conservan algunas piezas indígenas en un museo
que, igual que todo el centro, presenta el mismo abandonado.
Un grabado del primer mapa cuando se creía que la tierra era redonda, un
cuadro con la distribución geográfica del país cuando era dominado por
los cinco cacicazgos Marién, Maguá, Maguana, Higuey y Jaragua, piezas y
materiales de barro, herraduras, espuelas, morteros, jarrones hachas,
lanzas y una fotografía hablada del “Solar de Las Américas” con sus
estructuras originales, se observan en el museo, separados en cubículos.
Los vestigios de las tribus indígenas y las guarniciones de los
españoles parecen importar muy poco a la gente de este municipio, que
también está aislado junto con los poblados de Villa Isabela, La Cole,
Estero Hondo, El Castillo, Candelón, Las Maras y Luperón, por el cruce
terrestre que atraviesa la línea Noroeste. La falta de un puente en la
carretera La Isabela-Cruce de Guayacanes impide el paso por esa zona.
Actualmente, “El Solar de Las Américas” pierde con mutismo absoluto su
originalidad, su sentido histórico y cultural, convertido en una especie
de corral para la crianza de burros. Por su avanzado estado de abandono,
ya los turistas han perdido el interés de conocer este antiguo poblado
levantado a la orilla costera de El Castillo.
Los oleajes han destruido parcialmente los recodos de la casa, mientras
las tejas originales de su cobija están esparcidas en un lado del
antiguo cementerio.
En una cripta ubicada al centro del campo santo están colocados los
restos óseos de uno de los expedicionarios españoles que acompañaron a
Colón y que, según la historia murió de malaria. Se asegura que más de
300 expedicionarios españoles murieron de la misma enfermedad.
En “El Solar de Las Américas” no queda una estructura levantada, pues
nunca fueron rescatadas, según los historiadores, después que un
emisario del dictador Rafael Trujillo destruyó el poblado, al
interpretar mal un mensaje del benefactor para que limpiaran el centro.
Pero a todo esto, el sistema vial a este lugar histórico no sirve, está
destruido, igual que este municipio que carece de todos los servicios y
más de la mitad de la población ha emigrado a otros puntos.
Luis Manuel Peña Acevedo, administrador de “El Solar de Las Américas”
dijo, sin embargo, que el lugar es una preocupación de las autoridades
actuales y que otros gobiernos no se preocuparon por rescatar y
rehabilitar las grotescas estructuras y las mazmorras de este antiguo
poblado levantado con construcciones de barro, gamaza, arena y otros
materiales de la época.
Se determinó que en el curso de los años han desaparecido piezas
indígenas y mitológicas, entre éstas fogones, conchas, piedras,
artefactos para rituales, balas de cañones, metales, puertas, anclas,
piezas de lanzas y mármol, moldes para casabe y hasta cráneos humanos.
DESCRIPCION
A la izquierda del poblado de El Castillo se tiende el antiguo poblado
fundado por el almirante. Dos agentes almorzaban muy temprano,
justamente a las 11:50 de la mañana, más allá, en la entrada principal
donde están las tiendas de regalos que en inglés denominan guiftshops
Peña Acevedo, abre y permite el paso a los periodistas de este diario,
igual que hizo el guía Bernardo Fernández que inicia con su clásica
narración histórica desde el primero hasta el tercer viaje de Colón y
los expedicionarios que lo acompañaron.
Es una especie de erudito con un dogma axiomático que, sin una
preparación formal logra con ligereza y destreza, narrar todo el
acontecimiento de los viajes que precedieron al descubrimiento de
América. Fernández recordó que el último investigador que estuvo en el
“Solar de Las Américas” fue José María Crucent, un ciudadano
venezolano-catalán que ayudó a las excavaciones del área en busca de
restos de indígenas y de los españoles que acompañaron al Almirante.
Historia
Colón estableció su morada en El Castillo, donde levantó una casa, un
almacén para guardar armas, una cárcel, una torre para las piezas de
cañones y una iglesia que ordenó cercar con una dura muralla construida
de gamaza y arena para protegerse de los piratas a orilla de la costa,
al Noroeste de esta provincia.
La edificación de estas estructuras se registró en su tercer viaje
cuando decidió abandonar el Fuerte de Navidad, Haití, a donde llegó en
su segundo embarque.
Este abandono fue acelerado porque el almirante creyó que estaba en una
tierra maldita y que un maleficio había acabado con sus hombres, al
encontrar muertos allí a 39 de sus expedicionarios.
Un ataque encabezado por Caonabo que sangraba de rabia por el asesinato
de su esposa Anacaona de parte de los españoles, exterminó esta partida
de expedicionarios, mientras que los demás salieron del territorio con
rumbo desconocido. Se asegura que casi todos los acompañantes de Colón
tenían sífilis y venérea.
Copyright ©José G. Guerrero y Hoy, 7 de julio de 2006
Copyright ©Anselmo Silverio y Hoy, 3 de julio de 2006
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